Saturday, May 17, 2008
Una Exposicion: RICHARD SERRA
La Reunión de los Museos Nacionales, dependiente del Ministerio de Cultura, ha ofrecido al escultor californiano Richard Serra una de las joyas museísticas más emblemáticas del patrimonio nacional, el Grand Palais, y ha rescatado temporalmente una de sus obras más famosas, «Clara, Clara», malquerida por los gatos, perros y transeúntes, que la habían convertido en un urinario público en su último lugar de exposición urbana.
«Monumenta» fue creada para dar alguna utilidad práctica la gran nave del Grand Palais: un espacio expositivo único pero de dificilísima utilización práctica, muy poco apto para exponer pintura, imposible de refrigerar en verano y de calentar en invierno. Tras un largo proceso de reformas que se prolongó durante varios años, los estrategas de la Reunión de los Museos Nacionales decidieron convertir la gran nave del Grand Palais es un espacio único, en el que cada año, con el buen tiempo, se ofrecería como lugar de exposición a la obra de un artista, forzosamente contemporáneo.
En 2007, Monumenta presentó una obra de Anselm Kiefer. El 2009 expondrá Christian Boltanski. Richard Serra ha sido este año el elegido, cuya «Promenade» se presenta esta semana al gran público: una escultura ¿gótica? monumental y enigmática, cuyo presupuesto ha sido discretamente velado a la prensa. «El arte no tiene precio». Richard Serra, experto emérito en el gran arte del márketing escultórico de nuestro tiempo, ha conseguido el rescate de una obra «maldita», su «Clara, Clara», cuyas costosas desventuras terminaron hace años en un depósito industrial.
Al mismo tiempo que «Promenade» se expone en el Grand Palais, «Clara, Clara» vuelve a los jardines de las Tullerías, que fueron uno de sus primeros espacios de exposición. Originalmente, esa escultura, muy semejante a las grandes hojas de acero de 2 a 4 metros de altura, ondulantes, que Serra ha conseguido instalar al precio más alto en numerosos lugares financiados con dinero público, fue un encargo millonario del Pompidou. Sin embargo, nunca pudo exponerse en ese lugar. Durante unos meses, se presentó sin éxito en las Tullerías, de donde fue trasladada, entre 1983 y 1990, al parque de la Avenida de Choisy.
«Clara, Clara» se convirtió muy pronto en lugar de peregrinación de gatos y perros vagabundos, transeúntes, que utilizaban la famosa escultura para ocultarse ligeramente mientras defecaban u orinaban. Ante el poco éxito artístico, fue piadosamente almacenada en un depósito de Estado, donde ha reposado los últimos quince años. Hasta que Serra ha exigido su rescate temporal para volver a exponerla durante unas semanas en las Tullerías, donde podrán descubrirla los turistas los próximos meses.
Via Juan Pedro QUIÑONERO, del ABC
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