El colectivo LUZ INTERRUPTUS lleva ya tiempo usando el entorno urbano como un espacio en el que experimentar, investigar, divertirse, etc. Sus intervenciones a base de luz son estéticamente preciosas y además, ofrecen una lectura muy interesante de cómo disfrutar de la ciudad y hacerla nuestro patio de recreo.
Para esta última intervención en Madrid, decidieron llamar la atención acerca del arte publico (que se encuentra en prácticamente todas las ciudades del mundo) y nos invitan a mirarlo bajo una nueva perspectiva y lo que es mas importante, a tocarlo.
Como siempre, os hago un “corta – pega” de sus propias palabras:
El arte público tiene una buena representación en Madrid, multitud de estatuas y esculturas se pueden encontrar por toda la ciudad, pero a nosotros nos da la sensación de que han sido instaladas para que la gente no se sienta a gusto acercándose, tocando o interactuando con ellas. La mayoría están subidas a altos pedestales, se encuentran rodeadas de grandes medidas de seguridad o han sido plantadas en medio de jardines, en los que está prohibido pisar.
Un buen ejemplo de esta manera de entender el arte en la ciudad, es el Museo de Arte Público de Madrid, un espacio al aire libre en el que algunos de los más afamados artistas españoles de anteriores generaciones, exponen sus grandes piezas escultóricas.
A pesar de ser obras robustas y compactas, apropiadas para ser tocadas y usadas, son inaccesibles al público, excepto con la vista. Sus pedestales son altos, están iluminadas con potentes focos que las convierten en piezas poco confortables y como medida definitivamente disuasoria, están señalizadas con carteles que avisan de que el espacio se encuentra directamente vigilado por la policía municipal.
La madrugada del 26 de septiembre, decidimos abordar varias de las estatuas de dicho museo, colocando 400 pezones de silicona, de apariencia realista, y tacto agradable, similar al humano. Por supuesto, les añadimos luz, para llamar la atención sobre ellos.
La pieza se llamó ¡Toca!, ¡toca!, que no pasa nada… y con ella pretendimos, que los transeuntes que siempre caminan de paso por esta zona, de grandes oficinas y lujosas casas, adquirieran conciencia del entorno expositivo y se tomaran tiempo mirando y tocando sin reparo.
Mientras instalábamos, los trasnochadores que salían de las discotecas cercanas, atraídos por la luz que desprendían nuestros pezones, se acercaban y miraban sorprendidos estos curiosos objetos, tan ajenos a la fría superficie de las esculturas. Y como si de un acto reflejo se tratara, nadie podían evitar acercar la mano y palpar su suave superficie, algunos despegaban las piezas que tenían más a mano, para hacerse con tan cálido botín, a pesar de lo vigilado y hostil del entorno.
Con este eficaz reclamo, conseguimos que la gente se acercara al arte que configura su paisaje cotidiano, en el que apenas reparan y que se dedicaran a observarlo y tocarlo con deleite.
Esperemos que estos pezones sigan siendo tocados gustosamente por sus dueños, mientras se preguntan qué demonios hacían pegados a la esculturas del puente… y cada vez que pasen por este particular museo, se paren a contemplar las piezas escultóricas, con una actitud más divertida y ludica.
Fotos de Gustavo Sanabria.
Tiempo de montaje: 3 horas.
Daños ocasionados: 0.
Permanencia de la intervención: 6 horas?.
No comments:
Post a Comment